En esta ocasión D. Salvador Aldana Fernández desganó la obra de otro ilustre valenciano que conoció personalmente cuando fue presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Valencia. En esta ocasión se trataba de D. Francisco Almela i Vives, del cual destacó su faceta periodística y cronista.

Al escritor la que le toco vivir una época tan convulsa del valencianismo con la confrontación con el grupo de Joan Fuster. El auditorio que siempre sigue a este gran didacta como es el profesor Aldana, siguió con muchas atención su exposición, con lo que conseguimos conocer un poco más a este valenciano que es tan poco conocido incluso por sus conciudadanos.

Aunque nació en Vinaroz, se trasladó pronto a Valencia con su familia. Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia en la especialidad de Historia. Desde bien joven vivió de cerca la cultura. Se sintió un hombre de la tierra y siempre quiso impulsar la unidad de la lengua entre la Comunidad Valenciana, Cataluña y Baleares.

Fue fundador de la revista literaria Taula de Lletres Valencianes y la revista semanal Nostra Novel·la, una interesante iniciativa literaria que contó con más de 50 escritores valencianos. Pero fue a partir de 1928 cuando publica sus dos primeras obras de creación de poesía: L'espill a trossos (1928) y Joujou (1933), pero entre ambas se atrevió con una obra de teatro: L'Antigor (1931), estrenada con éxito en el Teatro Alkázar.

En 1930 publicó en la revista Nostra Novel·la, Novel·la d'una novel·la, que él mismo tradujo posteriormente al castellano y que fue publicada en Argentina. Escribió otras obras de teatro con la intención de renovar el teatro valenciano, rescatándolo de la lacerante influencia de la tradición saineteística. El año 1932 fue uno de los firmantes de las Normas de Castellón.

A partir de la Guerra Civil Española, Almela i Vives se dedicó a ser investigador y publicista. Dedicó un importante esfuerzo a los estudios bibliográficos y históricos, consiguiendo un gran prestigio intelectual. Fue propietario y regentó una librería bibliófila con más de 22.000 fichas bibliográficas. Fue archivero del el Archivo Municipal de Valencia y cronista de la ciudad, además de miembro correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española, la Real Academia de la Historia, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la Academia de Buenas Letras de Barcelona y de la Hispanic Society of America de Nueva York.

Al final de su carrera adoptaría una opinión critica hacia algunas ideas catalanistas, como queda patente en sus escritos a propósito de la obra de Joan Fuster