Entre los primeros pobladores de la península ibérica podemos distinguir tres grupos étnicos y culturales: los tartesios, los íberos y los celtas (celtíberos), que junto a los primeros colonizadores, los griegos y los fenicios, vivieron en el territorio peninsular durante la Edad Antigua.

Los Tartesios fueron un pueblo de tradición cultural predominantemente mediterránea, y sus herederos los Turdetanos, eran los más cultos y civilizados, especialmente la Turdetania, en la actual Andalucía.

Las primeras referencias a los Tartesios se encuentran la Biblia, donde se alude en varios pasajes a "la lejana Tarsis", identificada con los Tartesios. Las fuentes griegas informan de su localización en la desembocadura del Guadalquivir, y de sus intercambios comerciales con los griegos y con otros pueblos del Mediterráneo. Constituyen el primer estado organizado en la península ibérica y, según el geógrafo griego Estrabon, se regían por leyes redactadas en verso.

Otros investigadores han identificado a los Tartesios con Atlántis, la mítica ciudad desaparecida a la que Platón alude como una potencia naval y un reino de fabulosas riquezas.

Por su parte, los íberos, procedentes de África, llegaron a la península y se establecieron al sur y al este, a lo largo del río Ebro. Sus poblaciones ocupaba las zonas meridionales y levantinas, las más abiertas al Mediterráneo y a sus corrientes civilizadoras. Muy belicosos, se agrupaban en tribus y vivían en poblados fortificados. Tenían una economía agraria y también basada en la caza y la pesca. No quedan importantes restos arquitectónicos, pero sí escultóricos.

Mientras, que los celtas, de raza nórdica, llegaron a la península y ocuparon el noroeste y la meseta central, en torno al Sistema Ibérico. Eran pastores y agricultores, y de ellos se conservan restos de cerámica y tejidos. También fueron muy belicosos, se organizaban en clanes y combatían en forma de guerrilla. Se produjo la fusión entre los celtas y los íberos, formándose una nueva etnia, los celtíberos, que serían famosos por sus habilidades guerreras y trabajarían como mercenarios para otros pueblos.

A estas tres etnias que ocupaban la Península Ibérica, hay que añadir los pueblos del Norte, como Galaicos, Astures y Cántabros, que mostraban un menor nivel de desarrollo, dada sus ancestrales estructuras.

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