Para la cuarta y última de las sesiones del seminario Grandes Libros el invitado es el catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia el Prof. Dr. Manuel E. Vázquez. La sesión gira en torno a Walter Benjamin y la que es consideraba la obra de su vida El Libro de los Pasajes.

Entre 1927 y su muerte en Portbou en 1940 Walter Benjamin acumuló los materiales de lo que más tarde sería un enorme mapa inconcluso de notas y materiales, un laberinto de textos, apuntes, citas, fragmentos, artículos de prensa, guías de viaje, fotografías del París decimonónico, etc. Una acumulación de materiales que excede a un lector que se siente perdido y carente de guía ante una variedad que le excede y le obliga a perderse en el moderno mapa cultural urbano. Los pasajes -galerías acristaladas y de estructura de hierro- eran templos en los que se exhibían los logros de la modernidad y sus mercancías. Substituidas poco después por los grandes almacenes como centros comerciales posibilitarán a Benjamin explorar la modernidad y los orígenes del capitalismo.

La lectura biográfica y vitalista que nos propone el profesor Vázquez de El libro de los pasajes sitúa su comienzo en la primavera de 1929, momento crucial de su biografía en el que se debate entre dos mujeres: su amante activista Asja Lacis y su mujer Dora Pollack; dos ciudades: Berlín –familiar, burgués y  convencional– y Moscú –bolchevique y revolucionario–; dos amigos: Gershom Scholen, estudioso de la cábala y la mística judía, una amistad de toda la vida y Bertolt Brecht, literato comunista y revolucionario a quien había conocido hacia poco tiempo; y dos vocaciones: periodista –un compromiso con la cultura convertido en modo de subsistencia– y filósofo –responsabilidad teórica que debería haber encontrado su lugar en una universidad que lo ignoro reiteradamente–. Esta condición escindida resulta clave para entender tanto la elaboración teórica de los Pasajes –la imagen dialéctica– como la esperanza revolucionaria en un futuro del propio Benjamin que toma a la niñez como modelo para el despertar colectivo y que le concede al porvenir lo que el presente niega.

El suicidio de Benjamin huyendo del avance nazi nos obliga a hacer lo que él no hizo y a especular sobre lo que pretendía el autor que tal vez quisiera renunciar a su interpretación. La clave de lectura del Libro de los pasajes consiste en saber perderse en un proyecto ambicioso e insólito, interpretado como una filosofía de la historia, como una crítica de la modernidad, realizado de tal modo –a modo de montaje cinematográfico aplicado a la filosofía dirá Adorno–, que obliga al lector a perderse.

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