Alejandro Mohorte nos desgranó la imponente figura de Atila, que en el siglo V con solo decir su nombre, el Imperio Romano sentía miedo. Un guerrero sanguinario, un hombre temido en su tiempo que fue la mismísima encarnación del mal. Conocido por los romanos como "el azote de Dios". Pero detrás de este personaje legendario y despiadado, se esconde un brillante caudillo que puso en jaque al imperio romano.

En el año 451 Atila, rey de los Hunos, invadió el Imperio Romano y avanzó hasta las puertas de la capital. Su propósito era socorrer a la hermana del emperador, Honoria, con la que deseaba casarse... el Papa León I le convenció para que no saquease Roma.

Estuvo solo ocho años en el poder absoluto de su pueblo, los hunos, pero le bastó ese tiempo para levantar un imperio que iba desde los Urales al Ródano. Tuvo contemporáneos que fueron más crueles, pero lo cierto es que toda la leyenda negra del siglo V d. C. recayó sobre Atila, del que llegó a decirse que por donde pasaba su caballo no volvía a crecer la hierba.

Puede que tan mala fama no le desagradara y que la usara como arma psicológica para evitar el enfrentamiento y vencer antes de iniciar la pelea. La historia moderna califica a Atila de caudillo brillante, dirigente perspicaz y hombre que, lejos de la crueldad que se le atribuye, amaba la cultura y detestaba los excesos.

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