El último Shakespeare: Enrique VIII y Tomás Moro es el título de la cuarta sesión del II Seminario de historia de las ideas políticas. El Prof. Dr. Antonio Lastra es el ponente de una sesión que la coincidencia quiso que tuviera lugar el mismo día en que los ingleses votaban en unas elecciones que sirvieron para avalar el plan de Boris Johnson para la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

En el guión que se nos facilita a todos los asistentes para el seguimiento de las sesiones se podía leer parte del discurso del protagonista de estas elecciones en el congreso del Partido Conservador del 2018. Allí, Johnson apelaba a un precepto legal del siglo XV, el acta de Praemunire,  por el cual se establecía que no podía haber jurisdicción por encima de las leyes de Inglaterra. La intención de la corona era entonces que el papado no pudiera intervenir en sus asuntos, lo que suponía que el último tribunal de apelación no saliera de suelo británico. Finalmente, Enrique VIII canceló todo el poder de la iglesia católica asumiendo él mismo la jefatura de la iglesia anglicana. Encontramos, leyendo su spech, que la estrategia política de la que se hace servir Boris Johnson es una repetición del discurso de Enrique VIII en Shakespeare sustituyendo, donde aquel decía papado este dice Europa.

La obra de Enrique VIII (All is true) es una obra poco tratada, extraña, un enigma que incluso el propio Harold Bloom reconoce que no puede resolver. Puede que fuera escrita con la colaboración de su sucesor, después de La tempestad y de la Biblia del rey Jaime -codificación de la reforma inglesa y la otra gran obra generadora del lenguaje inglés-, y puede que sea la obra con la que Shakespeare se despide de la escena. El personaje de Enrique VIII encarna el concepto político de tiranía y con ella se despediría advirtiendo de que la tiranía está ocupando un lugar que no le corresponde, advirtiendo de la falta de virtud de un gobernante que no sabe qué hacer con el poder.

La obra de Sir Thomas More apenas es obra de Shakespeare pero es motivo de atención el interés que muestra en la figura de Tomás Moro. De la obra más conocida del que fuera el lord canciller de Enrique VIII, Utopía, Shakespeare da cuenta en La tempestad, la utopía de Shakespeare, donde explícitamente dice: “no habrá soberanía”. Un término muy recientemente introducido en el vocabulario político por  Jean Bodin. También es muy destacable el uso que hace Shakespeare, para su representación, de la biografía de Ricardo III escrita por Tomás Moro. El modo de gobernar de Ricardo III es una descripción de la tiranía, de un poder basado en el mal.

Podría la preocupación del último Shakespeare por la tiranía estar motivada por la transición hacia el  concepto de soberanía, lo que nos llevará a prestar una especial atención a los conceptos de soberanía y obediencia en la obra de Shakespeare. La soberanía reclama una obediencia a la autoridad que empieza a ser absoluta. Toda apelación a la soberanía  exigirá la obediencia absoluta, la razón de estado tenderá a ocuparlo todo, al absoluto. Ya la generación posterior a Shakespeare se verá envuelta en una guerra civil de la que sólo se saldrá por medio de la creación del Estado absoluto, del Leviatán de Hobbes.

El autor de la edición de Norton de Shakespeare, Stephen Greenblatt, ha publicado hace poco un libro que ha sido recientemente traducido al español: El tirano. Shakespeare y la política. En él, Greenblatt, abandona la condición de obra de erudición –por lo que ha sido criticado– para lo que podría entenderse como una intervención en la actualidad de la vida política. El mérito del libro de Greenblatt es devolver el concepto de tiranía al lenguaje político. Al hablar del tirano, al utilizar de nuevo la palabra, una palabra que forma parte de la historia de las ideas políticas  desde que la tragedia de Sófocles Edipo admitiera en su título esta palabra, “tirano”. Edipo tirano sería la traducción correcta de lo que llamamos Edipo rey–, contribuye a una renovación del léxico político que nos ayuda a reconocer las pulsiones tiránicas de los gobernantes, sus impulsos tiránicos y la incompetencia de quien no sabe qué hacer con el poder más que acumularlo. La tiranía no ha desaparecido de la vida política, y aflora en momentos de indecisión como los actuales.

Platón le dedico amplios análisis a la cuestión de la tiranía en la República y otros diálogos, pero recientemente sólo la correspondencia entre Leo Strauss y Alexander Kojève muestra un interés en el análisis del término. La propia palabra había quedado relegada por otras formas de denominación política. En nuestro siglo ha prevalecido la idea de totalitarismo o dictadura que han ocupado un lugar del que queda desplazada “tiranía”.

¿Por qué Shakespeare en un seminario de ideas políticas? Las obras de Shakespeare van más allá de un entretenimiento teatral. Con Shakespeare se puede hacer algo más que lo que sugería Wittgenstein, quedarnos asombrados ante la producción del poeta. Podemos leerlo, principalmente, pero también verlo representado, o interpretarlo. Es muy difícil orientarnos con Shakespeare, nos persiguen las preguntas ¿Quién fue Shakespeare? ¿Qué piensa? ¿Cuál es su religión? ¿Cuál es su pensamiento político? Estas preguntas recorren también esta sesión dedicada a la interpretación del “último Shakespeare”, al análisis de los conceptos político de tiranía, soberanía y obediencia, y que tiene el mérito de, siguiendo a Greenblatt en este punto,  devolver la palabra tirano y tiranía para nuestros análisis y discusiones políticas.

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