El 10 de junio de 1317, el papa Juan XXII promulgó la bula de fundación de la orden de Santa María de Montesa. No obstante, la Orden no se instituyó oficialmente hasta el 22 de julio de 1319, en una ceremonia que presidió el rey Jaume II en el palacio real de Barcelona.

En 1312, un concilio puso fin a la antigua orden del Temple. En consecuencia, se habló de asignar los bienes que los templarios tenían en el reino de Valencia a la orden del Hospital. Jaime II, temiendo un enriquecimiento peligroso de los hospitalarios, inició una serie de embajadas ante el Papa, a fin de conseguir la creación de una nueva orden militar con los bienes que templarios y hospitalarios tenían en el Reino de Valencia. Además, el rey se comprometía a aportar la villa real de Montesa, donde tendría que radicar el convento de la orden. La elección de Montesa como sede de la nueva institución obedece a varios factores: por una parte, el hecho de encontrarse en la frontera sur del Reino, con territorios ya conquistados pero con numerosa población musulmana; de otra, su situación estratégica controlando el valle de Montesa, vía de acceso natural hacia Castilla.

El 10 de junio de 1317, el papa Juan XXII promulgó la bula de fundación de la orden de Santa María de Montesa. No obstante, la Orden no se instituyó oficialmente hasta el 22 de julio de 1319, en una ceremonia que presidió el mismo rey don Jaime en el palacio real de Barcelona. La base territorial de la institución quedó constituida, en conjunto, por un territorio formado por propiedades en 68 villas, lugares o aldeas, con una población para 1320 de unas 28.000 personas aproximadamente. A partir de aquel momento, unos pocos lugares acabaron convirtiéndose en municipios, otros se despoblaron y algunos simplemente desaparecieron. Pero, básicamente, el núcleo del patrimonio de la orden de Montesa se mantuvo con pocos cambios hasta la desamortización de 1835. Sólo hubo una alteración importante: la pérdida definitiva de Peníscola en 1488.

Miembros de la Orden

Los miembros de la Orden los podríamos agrupar en dos, por una parte los dedicados, al menos teóricamente, a la guerra, cruzados caballeros, según las reglas de caballería a partir de 1393; por otra, los religiosos, dedicados a la liturgia en el convento de Montesa o al servicio de las parroquias donde la Orden tenía el derecho de nombrar al párroco. Tanto freiles clérigos como freiles caballeros debían mantener los tres votos clásicos: castidad, pobreza y obediencia. Esta situación cambió para el grupo de los caballeros en 1558, cuando el último maestre de la Orden, frey Pedro Luis Galcerán de Borja, contrajo matrimonio. Ello abrió la puerta al casamiento de los caballeros, que a partir de entonces lo pudieron hacer con permiso del maestre, circunstancia que finalmente ratificó la Santa sede mediante dos bulas papales, despachadas en 1584 y 1588.

En la villa de Montesa la jurisdicción que ejercía la Orden estaba en manos del caballero que regía el oficio de subclavero. El gobierno del castillo se ejercía a través de tres personajes: el prior, que era la dignidad eclesiástica más importante, el subcomendador, que hacía las funciones de alcaide del castillo y el subclavero antes citado.

En 1592 Felipe II asumió el gobierno de la Orden con el título de Administrador Perpetuo. Finalizaba así un largo proceso que había llevado a los reyes de la monarquía hispánica a controlar las órdenes militares peninsulares: Montesa en la Corona de Aragón y Santiago, Calatrava y Alcántara en la Corona de Castilla. A partir de entonces, la orden de Montesa pasó a ser gobernada a través de la figura del lugarteniente general, caballero del hábito en quien delegaba el rey su jurisdicción y que necesariamente debía residir en el reino de Valencia. Desde la Corte, el monarca contó con el asesor general, también montesiano, y el Consejo Supremo de la Corona de Aragón, que ejerció de consejo particular de la orden de Montesa. Esta situación empezó a cambiar a partir de la supresión de los fueros valencianos en 1707 y de forma más clara en 1738, pues tras morir el asesor general, frey Vicente Monserrat, se suprimió el cargo y sus competencias pasaron al Consejo de las Órdenes Militares.

Del s. XVIII a la actualidad

En 1748 dos terremotos destruyeron el castillo-convento de Montesa, enterrando entre sus escombros la mayor parte de sus moradores. En consecuencia, a principios de julio del mismo año los freiles de la Orden supervivientes se trasladaron a Valencia, al palacio del Temple, donde se construyó un nuevo convento.

En 1837 se extinguieron definitivamente los señoríos jurisdiccionales, pasando los bienes de la orden de Montesa, de manera progresiva, a manos particulares.

A partir de entonces y hasta el día de hoy –pues los religiosos fueron desapareciendo al prohibirse nuevos ingresos–, las órdenes militares hispánicas quedaron reducidas a corporaciones nobiliarias de caballeros amparadas por la monarquía, al continuar los reyes de España en la administración perpetua de los maestrazgos. Desde el punto de vista eclesiástico, el obispo de Ciudad Real ejerce el cargo honorífico de obispo-prior de las órdenes de Montesa, Santiago, Calatrava y Alcántara.

En la actualidad hay 52 caballeros de Montesa: 32 profesos y 20 novicios, siendo el Maestre-Administrador perpetuo el rey Felipe VI.

Texto: Museo de Montesa

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