Grupo de Lectura 3. Fecha: 25 de Enero de 2020. Lugar: Salón Sorolla. Nº de asistentes: 16. Editorial: ALFAGUARA. Pág: 376.

Autora: Emiten Sevgi Özdamar es un escritora, directora  y actriz de Turquía de origen que reside en Alemania y ha residido allí durante muchos años. El arte de Özdamar es única, ya que está influenciado por sus experiencias de vida que se extienden por los países de Alemania y Turquía a lo largo de tiempos de agitación en ambos. Uno de sus logros más notables está ganando la 1991 Premio Ingeborg Bachmann.

La obra literaria de Özdamar ha recibido mucho reconocimiento y atención académica. Un amante de la poesía, se encontró con una gran inspiración en las obras de Heinrich Heine y Bertolt Brecht , en especial de un álbum de canciones de este último que había comprado en la década de 1960 en Berlín. Más tarde se decidió estudiar con el discípulo de Brecht Benno Besson en Berlín, donde reside actualmente.

Emine Sevgi Özdamar nació el décimo del mes de agosto de 1946 en Malatya, Turquía. Creció con sus abuelos y vivía en las ciudades turcas de Estambul y Bursa. En 1965, Özdamar viajó a Berlín por primera vez y consiguió un trabajo en una fábrica allí. En un principio se llegó a Alemania para estar cerca de su hermano mayor, Ali, quien estudió en Suiza en el momento. No fue fácil emigrar a Suiza, por lo tanto, su traslado a Alemania. Emine Sevgi Özdamar había actuado y realizado obras de teatro desde que tenía doce años y originalmente quería hacer ambas cosas cuando llegó a Europa: actuar y ver a su hermano. Los padres de Özdamar estaban en contra de su plan de 18 años de edad, hija, pero no dieron en el tiempo. Ella vivía en una residencia en Berlín Occidental con otras 120 mujeres turcas.

Cuando ella llegó a Alemania por primera vez, ella no hablaba una palabra de alemán, por lo que se enfrentó a los desafíos del aprendizaje de la lengua como un adulto. Özdamar comenzó memorizando nombres de las calles y los titulares de los periódicos sin conocer el significado real detrás de ellos. 1 Después de siete meses, su padre finalmente se pagó por ella para tomar cursos de idiomas en el Instituto Goethe con el fin de aprender el idioma correctamente. Özdamar todavía quería ser actriz, así que regresó a Estambul después de dos años, donde comenzó a tomar clases de actuación y ya ha recibido sus primeros grandes papeles en producciones teatrales.

En 1971, un golpe militar en Estambul dado lugar a la persecución de los ciudadanos y tenía un gran efecto sobre la libertad de expresión de los ciudadanos. Se convirtió repentinamente importante para aquellos en Turquía para elegir sus palabras sabiamente y para empezar a utilizar el lenguaje de forma diferente. Fue entonces cuando comenzó a Özdamar abalienate con su lengua materna, Turquía. Ella se movió de nuevo a Alemania y se enamoró de la lengua alemana y de autores como Bertolt Brecht. Özdamar regresó en 1976 para trabajar como asistente de un director para el Volksbühne de Berlín Oriental . Ella vivía en el oeste de Berlín, pero trabajó en Berlín Oriental en el momento. Durante la gira con una obra de teatro que también vivió en Francia durante dos años, antes de volver a Alemania y trabajar en un teatro de Bochum en 1979. Emine Sevgi Özdamar actualmente vive Kreuzberg, Berlín con su marido Karl Kneidl.

Novela: El Puente del Cuerno de Oro es la segunda novela de Özdamar, y nada podemos decir de sus rasgos lingüísticos originales, pero lo cierto es que la versión española, obra de un especialista como Miguel Sáenz (que tradujo también los otros dos libros de la autora), está escrita en un castellano ágil y siempre correcto.

Ateniéndonos a lo demás, en primer lugar hay que aclarar dos cosas: que la novela retoma la acción de su predecesora allí donde se quedó y que tiene un carácter abiertamente autobiográfico. Acertaron, por tanto, quienen insinuaron en su momento que la infancia turca descrita en La vida es un caravasar podía estar inspirada en la de la propia autora. Ahora los rasgos comunes entre la narradora y Özdamar no dejan lugar a dudas. La protagonista -que escribe en primera persona y en ningún momento revela su nombre- vive en Estambul, tiene 18 años, no ha logrado acabar el bachillerato y quiere ser actriz, a pesar de que sus padres lo desaprueban. Entonces decide, en el contexto de una intensa emigración de ciudadanos turcos a la República Federal de Alemania, ir a Berlín y trabajar como obrera durante algún tiempo, para regresar después a su casa y matricularse en la Escuela de Arte Dramático.

La novela trasciende sin embargo el ámbito de la experiencia personal y se convierte en un relato sobre los años sesenta, coprotagonistas en igualdad de condiciones de una trama en la que aventura biográfica y contexto sociohistórico están integrados perfectamente. La autora novela su propia juventud, pero se trata de una juventud marcada por la efervescencia de una época única, que se erige en sí misma en tema central de la narración. Desde este punto de vista, quizá uno de los aspectos más interesantes para el lector occidental sea que los acontecimientos de aquellos años se nos presentan desde un escenario poco habitual, Estambul, a mitad de camino entre Asia y Europa, entre el atraso y las aspiraciones de modernidad.

La vida de la narradora transcurre al principio en Berlín, entre una fábrica de lámparas de radio y la residencia de mujeres donde se alojan todas sus empleadas, llegadas como ella desde Turquía sin saber una palabra de alemán. Pronto entabla amistad con las compañeras más jóvenes de la residencia, y en su compañía conoce a otros inmigrantes y estudiantes turcos. En 1966 presencia las primeras revueltas universitarias; acude a una asociación obrera; frecuenta el ambiente intelectual del café Steinplatz, donde "cada uno podía sentarse a cualquier mesa y mezclarse en la conversación", y oye hablar de Marx y Engels, de Sartre y Brecht. Durante una breve visita a París conoce a su primer amante, un estudiante español que le recita poemas de Lorca, y con ese bagaje regresa a Estambul, dos años después de su marcha, convertida en una chica moderna.

Allí viste a la europea, estudia teatro y se implica cada vez más en los movimientos de izquierda del país, primero superficialmente y luego con una militancia idealista en el Partido de los Trabajadores. El mundo asiste a la guerra de Vietnam, el 68 francés, la primavera de Praga y la llegada del Apollo 7 a la luna, y mientras Turquía vive sus propias convulsiones políticas. Las películas de Godard y Pasolini, las teorías sociales de Marcuse, los hippies, las muertes del Che Guevara y Martin Luther King, la promiscuidad sexual o la prolongación del régimen de Franco no son así meros ingredientes del marco histórico en que transcurre el relato, sino auténticas vivencias de una joven que quiere "salvar al mundo" y llora cuando asesinan a Salvador Allende.

La autora se aleja sin embargo radicalmente de la literatura política, rehusando exponer, defender o criticar un ideario. Tampoco cuando habla de la inmigración adopta un tono reivindicativo o de denuncia, que sí ha mantenido, por el contrario, en algunas declaraciones a la prensa. El Puente del Cuerno de Oro es una narración genuinamente novelesca, fluida y de muy amena lectura, compuesta por una sucesión inagotable de episodios cuya autenticidad no podemos verificar ni, en última instancia, nos importa. El relato está hecho, sin duda, de recuerdos, pero también de invención, y los personajes que aparecen en él, enriqueciéndolo con nuevas historias, son infinidad.

El estilo de Özdamar se aparta también del realismo convencional. Engañosamente sencillo y a menudo poético, va desde la ternura hasta la crudeza y está regado abundantemente con un humor que sólo remite hacia el final, cuando la gravedad de los hechos descritos -un golpe de Estado en Turquía y la posterior represión militar- lo impone. La prosa se vuelve entonces concisa y elemental, adaptándose a la desolación de la protagonista.

Pero la mayor parte de la novela está escrita en un tono ingenuo muy singular, que en gran medida cabe atribuir al hecho fundamental de que la narradora nunca juzga, interpreta o analiza, limitándose a contar. Sus propios actos, sus errores e inconsistencias son presentados sin alarde alguno de justificación. Tampoco suele explicar sus sentimientos. Con frecuencia recurre a imágenes, inspirándose quizás en la tradición oriental. "La luna no estaba ya allí", dice de un dormitorio, y con eso sabemos que un amor se ha extinguido. De este modo Özdamar concede al lector una libertad plena para valorar según sus convicciones aquello que se le expone. No hay en su novela héroes ni villanos, sólo actitudes muy humanas.

Comentarios del grupo: Las opiniones sobre la novela fueron diversas entre los asistentes a la lectura. Pero una mayoría disfrutó leyéndola aunque siempre con matices. Se estima por varios una escasa calidad literaria y con una defensa del pensamiento socialista en toda la novela. Está escrita de forma autobiográfica, no hay diálogos, es todo continuidad.

La primera parte se opina que es muy lenta, reiterativa y repetitiva. La segunda parte ya es más dinámica. También hay quien opina que es una historia críptica, absurda, y no entiende al personaje. A otra persona no le gustó el estilo, aunque fuera sencillo y de fácil lectura.

La novela tiene una escritura concisa y elemental, algunos les pareció una novedad interesante pero que le quita sentimiento al relato y está escrita con ingenuidad. Aunque es cierto que se supone que lo está redactando una adolescente imbuida en el ambiente socialista en que se mueve. Otra compañera le encuentra un lenguaje soez y pobre y no ha disfrutado con el libro. También otra compañera ha encontrado cosas desagradables en él.

Algunos opinan que es una novela recomendable, ya que es algo diferente en su forma de escribir y en su forma de programar el relato que es absolutamente en continuidad. El propio personaje te va relatando las cosas que le acontecen sin más, sin el porqué, de una forma totalmente aséptica. Hacia el final de la novela ya parece que va involucrándose, y va poniendo algo suyo en el relato.

De los 16 componentes que asistieron al comentario de la novela, tres de ellos la valoraron con la puntuación máxima (5 puntos), otros tres con un notable alto (4), otro con un 3,5, mientras que cuatro de ellos le dieron un aprobado justito (3 puntos), por último otros cuatro integrantes la suspendieron con 2 puntos, mientras que uno ni llegó a puntuarla.