El modernismo floreció en toda Europa desde la década de 1880 hasta la Primera Guerra Mundial. Unas décadas donde la intención fue unificar las bellas artes y las artes aplicadas. Desde los muebles hasta las ilustraciones de los libros, todo se dejó influencias por estas formas orgánicas y elegantes.

El profesor e historiador de arte, D. Amando García, nos ejemplificó con decenas de instantáneas de arquitectura y pintura como el modernismo estaba en todas partes en Europa, en las estaciones de tren, salones de té y grandes almacenes. El modernismo floreció durante un periodo de cambio social y tecnológico en Europa, en un momento en el que se aceleraban la industrialización, la producción en masa y la urbanización. Hoy en día, reconocemos el modernismo por sus características líneas fluidas, ornamentos florales, formas geométricas y uso de figuras simbólicas.

Entre finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con una época de progreso tecnológico y desarrollo económico, en diversas regiones de Europa se desarrolló de forma simultánea un nuevo movimiento artístico que buscaba romper con el pasado apostando por una mayor libertad creativa.

Antítesis del historicismo académico que había predominado hasta entonces, esta tendencia recibió distintos nombres en cada territorio, como art nouveau en Bélgica y Francia, modern style en Gran Bretaña, Sezessionstil en Austria, Jugendstil en Alemania y stile Liberty en Italia.

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