La sesión del martes 16 de enero del curso de Introducción a la filosofía de la Escuela de Filosofía del Ateneo de Valencia llevó por título “¿Pueden los filósofo ser buenos ciudadanos?”. Giró alrededor de un pasaje de la Apología de Sócrates de Platón y comenzó con una apología.

El profesor Antonio Lastra respondió a las acusaciones (amistosas) de ausencia de metafísica en el curso y de insistencia en lo político como foco de la discusión: del principio metafísico capital depende que la expresión sea efectiva y la tentativa de expresión se da siempre en la ciudad. Pero ¿en qué ciudad vive el filósofo? ¿En qué sentido es su deber bajar a la caverna que parece insuperable?

La tentativa de respuesta fue satisfactoria para todo aquel que siguió la pauta filosófica de tener los ojos y los oídos abiertos, y a la afirmación del carácter desconocido de la revelación del pensamiento le siguió la afirmación de la importancia de entender la contingencia de nuestra condición.

Tratar de habitar la propia casa adecuadamente depende de que, como Sócrates, examinemos nuestra vida y cuestionemos dónde nos encontramos y quién ha situado al filósofo en su puesto. ¿Puede la ciudad, por otro lado, obligarle a abandonarlo? El intento de respuesta a estas preguntas nos acercará también a entender en qué sentido el filósofo es y no es un ciudadano.

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