Ricardo Samper fue un fiel defensor de las libertades que destacó por su honradez y justicia tanto en la política como su vida privada. Tuvo una brillante trayectoria política que comenzó siendo concejal del Ayuntamiento de Valencia en 1911 y llegó a presidir el Gobierno en la II República. Entre medias fue alcalde de Valencia, presidente honorario de la Diputación Provincial de Valencia y ministro de Estado, Industria y Comercio. Se alejó de la política y se dedicó a la abogacía durante la dictadura de Primo de Rivera.

Hay que destacar que perteneció a la junta de gobierno del Colegio de Abogados de Valencia y que presidió nuestro Ateneo Mercantil de Valencia o la Casa de la Democracia de Valencia. Ricardo Samper actuó siempre por encima de cualquier partidismo e impulsó la línea marítima Valencia-Mallorca, consiguió la creación de la Confederación Hidrográfica del Júcar, puso en marcha varias obras de pavimentación y alcantarillado en la ciudad y amplió el ferrocarril entre Valencia y Madrid. Reivindicó la propiedad municipal de la dehesa de la Albufera y promovió las obras del puerto y las exportaciones de cítricos.

Está considerado como el primer europeísta valenciano, movimiento que surgió desde el Ateneo Mercantil. Fue un defensor de la República con tintes europeístas, ya que buscó adecuar en España una República que se asemejara a la de los países donde más tiempo estaba asentada como en Francia. Fue un pionero en plantear la necesidad de una estructura económica y política común en Europa.

Samper fue un político en el que la dignidad, la coherencia y la honradez fueron sus pilares básicos. Fue un brillante orador y escritor. Fue un político austero, responsable, apaciguador y, sobre todo, siempre dialogante. Fue una persona que alcanzaba acuerdos, sentó en una misma a ideas equidistantes y logró llegar siempre a pactos de gobierno. Al estallar la Guerra Civil, este ilustre valenciano abandonó nuestro país. Tras una larga odisea, la tuberculosis acabó con su vida en el sanatorio suizo de Leysin. Su familia consiguió en el año 1951 repatriar sus restos a Valencia.

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