María de Castilla fue hija de los reyes de Castilla y nació en Segovia en 1401. Comprometida en matrimonio con su primo Alfonso a los siete años. Al fallecimiento del rey Fernando I, subió al trono su primogénito Alfonso V como Rey de la Corona de Aragón.

El matrimonio se celebró 12-10-1416  en la Catedral  de Valencia, siendo oficiada por Benedicto XII. Los esposos tuvieron como residencia el Palacio Real de Valencia. Los primeros años de convivencia fueron felices para la reina, pero las inquietudes del monarca por sus conquistas en Italia, le hicieron abandonar el Reino de Aragón durante algunos años. Ante éstas ausencias nombró a su esposa Lugarteniente General con amplios poderes  para gobernar el  reino.

La reina asumió ésta responsabilidad, gobernando con prudencia, justicia y arbitraje, todos los importantes problemas que se planteaba. Contaba  con un buen bagaje ya que había asumido las actitudes de gobierno que demostró su madre Catalina de Lancaster, cuando fue regente de Castilla durante la minoría de edad de su hijo Juan II.

Conquistado el reino de Nápoles en 1432, Alfonso V se instala definitivamente en Italia y abandona la Corona de Aragón a la que nunca renunció, formando una magnífica corte e incluso tuvo varios hijos, lo que no había conseguido en su matrimonio. Confirma los poderes a la reina que, desde entonces, gobierna la Corona en solitario lo que conllevó la total separación de los esposos; el contacto entre ellos era solamente epistolar. Todos estos acontecimientos afectaron profundamente la salud de la reina, pero nunca dejo de cumplir con su gran responsabilidad.

En 1442, funda en Valencia el Real Monasterio de la Trinidad, contando con aportaciones económicas de muchos benefactores de nobles e instituciones valencianas, que pudieron hacer realidad su  proyecto. El 27 de Junio 1458 muere en Nápoles el rey Alfonso lo que afectó profundamente a Dña. María y pudo presenciar las solemnes exequias que por su esposo se hicieron en la Catedral. Tres meses más tarde, el 4 de Septiembre,  fallece la reina en el Palacio Real y por su expreso deseo es enterrada en su querido Monasterio, donde reposan sus restos en un sarcófago de piedra situado en el claustro, decorado con las  divisas de la Reina.