Tras la exposición de dicha temática tan amplia y compleja, y una vez hecho un balance final, se abrió un tiempo de consultas y preguntas interesantes por parte de los oyentes que intercambiaron con el ponente. Se llegaron a las siguientes conclusiones:

Las dudas se encaminaron hacia todas las cuestiones que provocaron la fractura entre las dos secciones de la cristiandad. El profesor Fernández hizo hincapié en las causas y los hechos que motivaron la ruptura, y señaló que no hubo una sola causa, sino que el ambiente rupturista se fue fraguando por varios antecedentes que fueron el calvo de cultivo de la gran separación entre el Oriente ortodoxo y el Occidente latino.

Pese a que aún persisten diferencias teológicas que enfrentan a las Iglesias ortodoxa y católica desde la época de la gran división como son, sobre todo, el primado y el filioque, sobre las cuales insistieron los oyentes, el doctor Fernández recordó que aun así hay que tener en cuenta: “lo que nos une más bien que lo que nos separa”.

Además, el profesor aclaró que las divergencias tales como las formulaciones del filioque o también los planteamientos en torno al ejercicio del primado petrino no deben ser hoy motivo de un enfrentamiento insuperable, sino de búsqueda de la verdad en la unidad de la fe; es decir, la cuestión que late de fondo, en el diálogo ecuménico, es averiguar qué es lo que compartimos y qué es lo que nos diferencia. En este tipo de cuestiones teológicas, el ponente recordó que se están llegando ya a numerosos acuerdos sustanciales como es el caso del servicio del primado del Papa en el primer milenio. También se comentaron que pueden ponerse en práctica otras formas de gobierno válidas como la sinodalidad en la Iglesia.

En este sentido, el Dr. Fernández insistió en que Iglesia de Cristo no es uniforme, sino que ésta se enriquece en la diversidad y pluralidad que aportan todas las Iglesias de Oriente y Occidente al patrimonio común. Por tanto, a la hora de acercarnos para conocernos mejor, entre los hermanos cristianos desunidos, hay que tener presente que lo que más nos enriquece no es solamente aquello que compartimos, sino también “la diversidad en la unidad” que aportan todas las Iglesias al fondo común.

Es cierto, que, aunque se ha recorrido un camino irrenunciable, todavía siguen habiendo flecos o cuestiones de fondo que se tendrán que dilucidar en los encuentros ecuménicos, sin embargo, quedó claro que las diferencias doctrinales son más terminológicas que sustanciales. Por lo tanto, se puntualizó que tales diferencias tendrían que reformularse nuevamente o bien llegar a fórmulas de consenso, con el objetivo último de alcanzar más pronto que tarde la unidad plena entre las Iglesias.

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