En la segunda sesión del ciclo Pintura Universal de los siglos XIX y XX que trae el profesor D. Amando García se abordó la pintura que abarca entre los años 1826 al 1850. Lo más interesante de este ciclo es poder contemplar los grandes cambios desde el neoclasicismo a las vanguardias, ya que han cambiado más las cosas en la pintura en estos dos siglos (s. XIX y s. XX) que en el resto de los siglos.

Dentro de se marco de Neoclasicismo en el que nos encontramos en ese segundo cuarto de siglo del XIX, el Barroco se acaba y se retorna a lo clásico, aparacen entonces las Reales Academias en ciudades tan importantes como Paris, Roma y Madrid, y años más tarde llega también la de Valencia. Esto supone un antes y un después en la historia de la pintura del s. XIX, y bn ynvzzrdtftfza que en ese marco seguirán revolotendo y aparecen pequeñas corrientes que acatan los dictados de las Academias, pero al mismo tiempo quieren abrir nuevos caminos.

Una de esas novedades es lo que en definitiva se conoce como Orientalismo, en la que hay una gran atracción en lo que se sucede en tierras alejadas de la Europa convencional: los pintores sienten una cierta atracción por esas culturas lejanas; se presentó el gran tour, en el que pintores ingeses y americanos vienen a Europa para conocer la antigüedad Clásica, visitan Roma y en ese constexto aparece el Orientalismo.

La primera obra es del francés Eugène Delacroix: El combate del Giaour y Hassan (1826). Un óleo sobre lienzo. Una pintura fue inspirada por el Giaour, un poema de Inglaterra del romántico poeta Lord Byron.

No es la última gran obra que veremos de Delacroix, ya que fue un referente en la Escuela de París. La Libertad guiando al pueblo (1830) que está en el Museo del Louvre de París y es uno de los más famosos de la historia.

La otra gran corriente, en 1828 aparece otra corriente con mucha fuerza como es el paisaje. En Francia crece el interés por este género pictórico y la primera gran obra que encontramos es en 1828, de Jean-Baptiste Corot. Corot es la figura central en la evolución de la pintura de paisaje francés del siglo XIX. El puente de narni es una pintura que se encuentra en el museo del Louvre.

Con bastante más apego al paisaje, con más detalle y más perfilado el dibujo con el pintor romántico británico John Constable. La primera obra que nos llega El maizal (1826). Se trata de un óleo que se encuentra en la National Gallery de Londres. También en 1830 encontramos Paisaje con molinos de viento, un óleo sobre tabla, del mismo autor.

Se analizó también La catedral de Salisbury del mismo autor. Es un óleo sobre tela que se conserva en el Victoria and Albert Museum en Londres. De hecho, la catedral de Salisbury protagonizó varias pinturas famosas de John Constable, ya que tiene un serial muy importante.

En 1826 también encontramos el mejor retrato del valenciano Vicente López. La obra es Francisco de Goya a quién retrató en Burdeos. Vicente fue uno de los pintores neoclásicos más destacados; se formó en la Academia de San Carlos.

También retrato es el que pintó Francisco de Goya, una de sus últimas obras, La lechera de Burdeos (1827), un año antes de su muerte y durante su exilio voluntario en Burdeos. El cuadro destaca por la recuperación del color y la técnica de pinceladas breves y yuxtapuestas que emplearía posteriormente los impresionistas. Está en el Museo del Prado.

Rocas en Amalfi es una obra de Camille Corot; un pintor francés que cultivó el retrato, pero destacó especialmente en el paisaje. Tiene influencia en el impresionismo. Otro paisaje es el que nos trae el pintor noruego Johan Christian Dahl, con su Tumba megalítica en invierno (1825). Siempre ha estado relacionado con el nacionalismo romántico noruego y es considerado el padre de la pintura de paisajes noruega. Lo mismo ocurre con el paisaje marino que nos trae en Naufragio en la costa de Noruega en 1832​ y que está en le Museo de Oslo.

De nuevo, Eugène Delacroix, una de las grandes figuras artísticas de la escuela romántica francesa que en 1834 trae la obra Mujeres de Argel en su apartamento, que es junto con el lienzo de la Muerte de Sardanápolo, una de las pinturas de corte y estética más orientalizante realizadas por el pintor. En la actualidad se encuentra en el Museo del Louvre.

Otra obra que nos trae Camille Corot es Vista de Génova (1834), es un óleo sobre papel morouflé y sobre tabla y está en el Art Institute de Chicago. Otra obra es Nativos Natchez (1835), nativos americanos que se encuentran en The Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

Una obra insolita de Corot es la Magdalena penitente que podría considerarse pintura religiosa, pero es discutible, ya que ésta desaparece en el mapa del mediados del s. XIX, cede su gran protagonismo que tenía en el s. XVII y el XVIII en detrimento de los paisajes. El cuadro está en manos de una colección privada.

Hay un autor muy importante como es Joseph Turner, el gran pintor inglés especializado en paisajes y que tiene una colección espectacular nos trae El gran canal de Venecia (1835), un óleo aunque parece acuarela, un lienzo que está todo difumindado y está en el Metropolitan Museum de Nueva York.

En numerosas ocasiones los pintores han utilizado su arte para representar hechos históricos, para dejar testimonio de acontecimientos que ellos mismos pudieron presenciar convirtiéndose así en una especie de reporteros de su época. Este tipo de lienzos son muy valorados no sólo por sus cualidades artísticas sino también como una fuente de información histórica que nos permite llevar a cabo un estudio más detallado de determinados hechos. El cuadro del pintor inglés William Turner trata el Incendio de la Cámara de Lores y de los Comunes. Con una pincelada suelta y abocetada Tuner preludia en estas composiciones la estética impresionista de los años posteriores.

Pero hay más novedades en la pintura conforme van avanzando los años. Hay un cuadro de Caspar David Friedrich que es un claro ejemplo de Romanticismo, ya que con Paseo en la oscuridad (1830), juega con esa niebla, pero povco tiene que ver con lo que se veía en otros ejemplos de paisajes, esto es más Simbolismo, una nuesva tendencia de los paisajes.

Eugene Delacroix vuelve a traer un cuadro histórico que recoge otro gran momento de la historia como es la Batalla de Teyebur (1837). Está en el Museo Histórico en Versalles. Escenifica una de las páginas más grandes de la historia francesa. Delacroix dedicó un colorido lienzo a la victoria del rey Luis IX, rodeado de guerreros leales a él, en el puente cerca de Teyebur en 1246.

También encontramos una obra de Paul Delaroche, un pintor francés romántico de la primera mitad del siglo XIX. Pintor de retratos y de cuadros de historia, profesor de la Escuela Superior de Bellas Artes de París. El lienzo es Los vencedores de la Bastilla (1839).

La odalisca con esclava (1840) es un cuadro de Dominique Ingres. El siglo XIX experimentó una renovación del gusto por la antigüedad, por la Edad Media y, sobre todo, por lo exótico. Este gusto por lo exótico será una constante en los pintores románticos, pero también podemos encontrar sus temas en artistas como Ingres, que solía considerarse academicista. Ingres sentía debilidad por el desnudo femenino en sí. La sensualidad, el colorido y la languidez femenina son estereotipos que se repiten. Se considera una obra del Neoclasicismo francés.

Hay una obra curiosa el autor es importante, el pintor francés Gustave Courbet. Fue realizado en 1845, es un autorretrato del artista, un hombre joven que mira al espectador con desesperación e impaciencia. Este cuadro se cita en muchos tratados sobre el arte, Hombre desesperado. Es un retrato peculiar, atención a la luz que juega un papel fundamental, el rostro, su expresión, sus manos... una obra muy peculiar en manos de un coleccionista privado. En manos de otro coleccionista provado es una obra de Johan Christian Clausen Dahl El puerto de Copenhague (1846).

Le decimos hola a Jean-François Millet, un pintor francés realista y naturalista, precursor del impresionismo. Su primera obra que se analiza es El aventador (1848). Se encuentra en el Museo del Louvre. Es un cuadro de una serie de obras basadas en la dura vida de los campesinos. Hace una pintura socialista.

Se recoge una obra de Théodore Chassériau, La danza del velo de Marruecos (1849). Fue un pintor romántico dominico-francés, destacado por sus retratos, pintura de historia y religiosa, murales alegóricos e imágenes orientales inspiradas por sus viajes a Argelia y Marruecos.

Y nos despedimos dos obras: la primera con un cuadro clave de Dante Gabriel Rosetti a mediados del s. XIX, un tiempo en el que aparecen una infinidad de movimientos en la pintura, como el Orientalismo y ahora hablamos del Simbolismo, de una tendencia histórica en la cual aparecen elementos claramente asociados a esa tendencia que a veces convive con los llamado pre-rafaelitas.

Dante Gabriel Rossetti sólo pintaba como se hacía antes de Rafael. Es por ello que el artista montó los pre-rafaelitas, una especie de banda de jóvenes poetas y pintores que pintaban cuadros como esta Anunciación (1850), que hoy parece una tontería, pero que en aquellos tiempos causo conmoción en la rígida Inglaterra victoriana. La virgen en camisón, pelirroja… y el Arcángel Gabriel sin alas.

Por último, encontramos una obra del pintor John Everett Millais también perteneciente a la Escuela o hermandad Prerrafaelistas. Cristo en casa de sus padres (1850) es la obra más polémica de Millais, donde representaba a la Sagrada Familia junto a Santa Ana, Juan el Bautista y un aprendiz de carpintero, en el taller de San José. La obra generó mucha repercusión y el motivo de tanto interés fue la forma que eligió el artista de tratar este tema religioso, sin ningún escrúpulo, como si fuese una escena cotidiana de una familia vulgar y corriente. Es una pintura de género y no religiosa.

En ese sentido acaba con una obra de Bouguereau. Dante y Virgilio en el infierno (1850), que se encuentra en el Museo de Orsay de París. El pintor usa un episodio de la Divina Comedia, de Dante, que describe la entrada de Virgilio y el propio poeta en el octavo círculo del infierno, donde se encuentran los falsificadores. Bouguereau tomó la Divina Comedia como fuente de inspiración de otra de sus obras, Alma conducida al Paraíso por los ángeles.

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