El proceso reformista comenzado por el emperador Diocleciano, reformas de Diocleciano (284-305) , y continuadas por el emperador Constantino, las reformas de Constantino, que se extendieron durante todo su reinado, del 306 hasta el 337, año de su muerte fue un factor decisivo en la supervivencia del Bajo Imperio romano. La clave reestructuración del ejército fue muy importante, pero hay dos hechos que marcan este periodo reformista: la declaración de la libertad de cultos (313), lo que terminaría con las persecuciones al cristianismo, que será religión oficial del imperio años más tarde o la inauguración de la nueva capital del Imperio romano, Constantinopla, lo que rebajaría a Roma a una ciudad secundaria luego de mil años de dominio.

La inestabilidad política de Roma, iniciada en el siglo III, dio lugar a una decadencia progresiva que, finalmente, desembocaría en el hundimiento de la parte occidental del Imperio, como consecuencia de la penetración de los pueblos germanos. Sin embargo, la civilización romana, que había florecido durante más de mil años, aún tuvo la solidez necesaria para resistir los embates de los invasores hasta mediados del siglo V.

La Tetrarquía instaurada por Diocleciano, con la división del Imperio entre Occidente y Oriente, logró consolidar las fronteras y frenar las invasiones bárbaras. Diocleciano se esforzó por combatir la crisis del siglo III reorganizando la hacienda, la justicia, la administración y el ejército. Además, organizó las provincias en diócesis y éstas en prefecturas, y revitalizó el paganismo y el culto imperial.

Tras la abdicación de Diocleciano y Maximiano en el año 305, estalló una lucha por el poder que duró hasta el año 324 y concluyó con la victoria de Constantino el Grande, que restableció la unidad imperial. Constantino reforzó el poder absoluto de la monarquía y fundó Constantinopla como capital del Imperio. Además, consciente de la importancia creciente del cristianismo, en el año 313 decretó la libertad de cultos con el Edicto de Milán. Mientras que el último gran emperador fue Teodosio el Grande (379-395), que en el año 391 convirtió el cristianismo en religión oficial del Imperio. A su muerte, el Imperio volvió a dividirse entre sus hijos Arcadio (Oriente) y Honorio (Occidente, con capital en Rávena desde el 404).

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