Si en la primera conferencia conocimos la historia del Cid Campeador como ese personaje histórico que había trascendido a mito, su historia dio un giro brusco cuando el rey Sancho II perdió la vida frente a las murallas de Zamora y Rodrigo Díaz de Vivar prestó juramento a Alfonso VI, de no haber participado en dicha muerte, como requisito para alcanzar la corona de Castilla. Esto le generó enemistades. En 1079, el Cid fue enviado a Sevilla para cobrar las parias, a su vuelta a Toledo, se le acusó sin ser verdad de haber robado parte de los impuestos cobrados. Sin poder defenderse en un juicio que aclara este asunto, el monarca castellano le desterró. El Cid dejó a su esposa, doña Jimena, en el monasterio de San Pedro de Cardeña, y se marcha en compañía de otros caballeros castellanos. Fue rechazado en Barcelona, pero encontró el respaldo en el reino taifa de Zaragoza. Fue desterrado en dos ocasiones.

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