El Salón Sorolla se llenó para la conferencia sobre La Antartida que fielmente describió el médico y socio ateneísta, D. Ramón Cuevas. Su intervención se apoyó en tres grandes bloques: la intuición, el descubrimiento y la conquista del 'nuevo' continente.

Su intuición: Su existencia ya fue intuida hace unos 2.300 años gracias a dos relatos, que por aquél entonces fueron creídos por muy pocos. Estos relatos fueron transmitidos por los historiadores de aquellos tiempos. Citaremos a Herodoto (484 – 320 a.d.C.) como una muestra fiable de ellos. El más antiguo de esos dos relatos data de 600 años a.d.C. y cuenta que el faraón Necao ordenó montar una flota fenicia en el norte del mar Rojo, para que bordeando la costa de dicho mar viajasen siempre hacia el Sur hasta que finalmente la recorriesen toda antes de regresar, pues quería averiguar cuál era la extensión real de sus territorios.

Y aquellos viajeros partieron hacia el Sur, y no regresaron a Egipto hasta tres años después, pero llegaron por el mar Mediterráneo hasta el delta del Nilo después de haber penetrado en él a través de las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar). Seguramente el faraón debió de quedar muy impresionado por la gran extensión que tenía su reino, aunque la mayoría de las gentes no creyeron las historias que contaron los marinos fenicios, pues dijeron que las estrellas que siempre habían visto en el cielo llegaron a desparecer surgiendo otras en el firmamento, y que el sol dejó de cruzar el cielo por el sur para comenzar a pasar justo sobre ellos, y después amanecía y anochecía por el norte, hasta que finalmente comenzó a suceder lo contrario antes de volver a las columnas de Hércules.

La otra historia, que tampoco fue creída por muchos, fue la de un mercader griego de Massilia (la actual Marsella), que debió de ser contemporáneo de Herodoto. Este hombre, seguramente impresionado por los relatos de los marinos fenicios que viajaron hacia el Sur, se animó a navegar, pero dirigiéndose hacia la Ártica (hacia el Norte) para comprobar por donde regresaba, y después que ya habia atravesado las columnas de Hércules siguió ese rumbo navegando por mares frecuentemente embravecidos mientras que el aire iba siendo cada vez más frío y la luz del Sol más tenue. Pero cuando llegó a un punto en el que empezó a observar que en la superficie del agua flotaban una infinidad de cosas que parecían ser sepias o medusas decidió regresar al cálido y más acogedor mar que él siempre habia conocido.

Cuando regresó a Massilia y contó sus experiencias, la mayoría de las gentes tampoco las creyeron y fue ridiculizado por absurdo, quizás si en vez de sepias o medusas hubiese dicho que habia visto cosas como tortas blancas flotando en el agua, alguno más le hubiese creído, pues debieron ser los pequeños fragmentos de hielo de un mar que estaba iniciando su congelación. Pero no todos tuvieron esa actitud negativa, pues algunos filósofos naturales griegos pensaban que el mundo podría ser como lo es la esfera lunar. Y como estaban dispuestos a aceptar lo improbable a condición de que no pareciese imposible, concluyeron que si la esfera terrestre tenía un Ártico (un Norte), frío, oscuro y desapacible, debía de existir un Ant-Ártico, es decir un opuesto al Ártico que también sería frío y oscuro.

Por tanto, el mundo debía de tener cinco zonas climáticas: dos seria frías y oscuras junto a otras dos zonas cálidas, luminosas y acogedoras que serian opuestas y que estarían separadas por una zona o cinturón de intensa luz y calor que podría hacer la vida imposible o al menos si desagradable. Pero poco a poco, estas ideas fueron siendo desechadas, y finalmente llegaron a estar casi olvidadas cuando un velo de superstición e ignorancia fue descendiendo sobre el Mediterráneo y Europa, reprimiendo, aunque no extinguiendo del todo, la filosofía inicial de la Civilización Jónica Griega.

Y pasaron siglos y más siglos, hasta que comerciantes, y viajeros como Marco Polo fueron descubriendo a Europa otros nuevos horizontes que a su vez crearon nuevas costumbres necesidades y dependencias entre las que figuraban las especies y la seda. Y así fue transcurriendo todo hasta que D. Enrique el Navegante envió a sus capitanes a buscar nuevas rutas para las especias por el Sur de África, de modo que la ruta Norte-Sur que ya habían recorrido los marinos fenicios desde hacía ya más de 2000 años, comenzó a ganar importancia.

El primer hombre que estableció contacto con las furiosas tormentas, y el frío antártico fue Bartolomé Díaz, que en 1487 descubrió lo que él llamó “Cabo de las Tormentas” (hoy Cabo de Buena Esperanza), en el extremo Sur de África. En 1492, el cartógrafo Martín de Bohemia diseñó y construyó un globo terráqueo en el que el océano Atlántico se extendía desde Europa hasta China, habiendo dibujado por aquí y por allá, alguna que otra isla. Pero posiblemente debió disgustarse muchísimo, pues una vez que ya habia terminado su trabajo Cristóbal Colón comenzó a descubrir un nuevo continente que crecía y crecía en extensión con cada nuevo

Pero si el portugués Bartolomé Díaz descubrió las frías aguas del antártico, fueron los españoles capitaneados por Magallanes quienes no solo descubrieron el estrecho que lleva su nombre, pues también perimetraron el contorno de las tierras comprendidas entre dicho estrecho y el Cabo de Hornos, pues informaron que al pasar por él vieron a su izquierda tierras altas nevadas con lo que dieron pie a los cartógrafos para que pensaran que un gran continente estaba situado más al Sur, es decir, La Antártida.

 Pero no podemos dejar de decir, que esa porción de Tierra comprendida entre el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos fue llamada “La Isla de Xátiva” en el año 1620 por el cartógrafo y marino Diego Ramírez de Arellano, que era natural de esa ciudad, hasta que pasado un siglo y medio después, el rey Felipe V de Borbón le quitó ese honor a nuestra querida localidad del Sur de Valencia tras haberla incendiado.

 Ya en pleno siglo XVI comenzaron los viajes de unos y otros países alrededor del mundo, después que en 1578 Sir Francis Drake comunicó que habia descubierto mar abierto al Sur de la Tierra de Fuego, y que por allí se reunían las aguas del Atlántico con las del Mar del Sur, que era mucho más grande y de más libre extensión. Treinta años más tarde, los holandeses Le Maire y Schouten cruzaron lo que hoy conocemos como el Estrecho de Drake, y a la isla más meridional de América le dieron el nombre de su barco, el Hoorn, y de ahí el nombre de Cabo de Hornos.

 Y centrándonos ya en la exploración del antártico, podemos distinguir varias épocas en las que primero con barcos de vela, después con los mixtos de vela y vapor, solo de vapor, y finalmente los propulsados ya con el petróleo, fueron apareciendo simultáneamente nuevas tecnologías y energías de todo tipo, como la electricidad, la telegrafía con hilos y sin ellos después, los coches y los aviones con lo que ya comenzó una nueva era para la humanidad.

 El descubrimiento: En el siglo XVII las naciones ya estaban más interesadas en descubrir y conquistar para poseer toda o parte de la gran masa continental antártica, que entonces suponían que era 1/3 de todas las masas continentales del planeta, aunque los cartógrafos más famosos y optimistas tuvieron que abandonar la idea de que Nueva Zelanda era parte de la Antártida cuando Tasman navegó una y otra vez por aquellas aguas y vio que no era así, pero además descubrió una gran isla en el sudeste de Australia a la que llamó Tasmania.

Y hubieron una infinidad de expediciones exploratorias de muchos países con diversas finalidades, por ello aquí, solo revisaremos algunas seleccionando las más documentadas, trascendentes y famosas. En el siglo XVIII, las autoridades inglesas enviaron al capitán Cook para que comprobase si Nueva Zelanda era o no, una parte del continente antártico. Cook navegó exhaustivamente y dejó claro que no lo era, y entonces el almirantazgo le ordenó un segundo viaje exploratorio para que descubriese el continente de Sur, dándole total libertad para navegar por donde él creyese más conveniente.

Y el capitán Cook fue el jefe de la primera expedición que cruzó el Círculo Polar Antártico, llegando a estar solo a 80 millas de lo que hoy llamamos “Tierra de la Reina Maud”, y tras luchar contra el hambre, las enfermedades, los hielos y el frío, también tuvo que enfrentarse con unos vientos huracanados nunca antes conocidos por él teniendo que reaprovisionarse una y otra vez en Nueva Zelanda para volver de nuevo a los hielos con su básica embarcación a vela.

A finales del año 1774 Cook hizo su última tentativa hacia el Sur sin conseguir más, que recalar sobre hielos y nunca sobre tierra firme, por lo que no consiguió tener evidencias del gran continente del Sur. Ya enfermo regresó a Inglaterra en 1775 y como premio, solo recibió un ascenso en su cargo, y quedaron suspendidas todas las exploraciones durante 40 años.

A mediados del siglo XIX se organizaron tres expediciones nacionales a la Antártida, una francesa, otra norteamericana y otra inglesa. Las dos primeras no consiguieron grandes cosas, pero la inglesa, que era totalmente militar, estaba mandada por el capitán James Ross, que habia conseguido alcanzar el polo Norte magnético de la Tierra y que tenía una gran experiencia en la navegación por aguas polares.

La expedición inglesa constaba de dos buques, El Erebus y el Terror, que si consiguieron contactar con el continente antártico marcando la zona y tomando posesión de territorio. En el año 1843 regresaron a Inglaterra, y este viaje fue el último reglado hecho con buques propulsado por las velas y el viento. Y pasó casi medio siglo, hasta que un primer buque de vapor cruzó el Círculo Polar Antártico, siendo este buque el Challenger (el desafiador).

La conquista: En 1893, el capitán noruego Larsen consiguió establecer una base en tierra, con lo que la función de los buques ya solo era el transporte, siendo el Mar de Ross y la península de Graham los dos mejores puntos de aproximación al continente para desembarcar, y a partir de entonces comenzó la dura etapa del reconocimiento y la exploración tierra adentro (perdón), hielo adentro. Esta nueva etapa, comenzó con la preparación de tres expediciones, una sueca con un viejo barco foquero al que llamaron “Antártic”, otra alemana con el buque “Gauss”, y otra inglesa con el buque “Discovery” que actualmente se puede ver fondeado en el rio Támesis. Y fue este tercer buque capitaneado por el comandante Robert Falcon Scott el consiguió mayores éxitos.

Casi poco antes de que terminase la etapa de los barcos de vapor, y utilizando los métodos clásicos, el noruego Amundsen llegó a la Antártida con su buque Fram, que hoy puede ser visitado en un museo de Oslo. Y utilizando perros y trineos, Amundsen y su equipo fueron los primeros que alcanzaron el Polo Sur geográfico el 14 de diciembre del año 1909 siendo capaces de regresar a su base de partida sin tener problemas. Sin embargo, el equipo inglés de Scott que también consiguió llegar al Polo Sur geográfico el 17 de enero del año 1910 no pudo regresar a su base, pues todos murieron en el camino de regreso al quedar atrapados por una descomunal tormenta.

Y llegó la época del petróleo, pero antes revisemos los hechos anteriores: Si fue en la época de la vela cuando se redujo el continente a sus verdaderas dimensiones, fue en la época de los buques a vapor cuando se inició la difícil tarea de explorar la masa continental. Pero al comenzar la etapa del petróleo, y tras la primera guerra mundial, se perfeccionaron los motores de explosión, y tanto la aviación como la telegrafía sin hilos y otros medios de transporte restaron importancia a las distancias, y esa disminución de las dificultades para vencer las adversidades naturales la que permitió que comenzasen a surgir tensiones humanas, pues cada país deseaba poseer más y mejores territorios que los otros.

En 1929, la expedición norteamericana del almirante Bird que entonces fue llamada “la del millón de dólares” es donde se aplicó un nuevo concepto organizativo que hoy está muy en boga: “la logística”, y aviones, barcos de todo tipo con 600 toneladas de provisiones iniciaron una nueva era en la Antártida, siendo todo un éxito, con lo que el almirante Bird desbrozó el camino para los que fueron después. Ellos señalizaron con banderas y tablillas metálicas los territorios que iban conquistando y el almirante Bird puso el nombre de su esposa a esas nuevas tierras: “Tierra de María Bird”. Poco después, los políticos de su país prohibieron que los exploradores pusieran el nombre de sus esposas a sus conquistas, pero no cambiaron el nombre que ya habia sido establecido.

Durante la segunda guerra mundial, se paralizaron las exploraciones, pero los bajos instintos de la humanidad afloraron de nuevo en sus múltiples formas, como robos, piratería y afán de posesión. Además, los ingleses, argentinos, chilenos y norteamericanos entre otros, comenzaron a instalar sus estaciones demasiado cerca unas de otras lo que produjo disputas, que terminaron en 1959 con la firma del Tratado Antártico en el que se acordó que indefinidamente, allí solo se llevarían a cabo acciones de investigación, y no de tipo militar.

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