GUILLERMO GABARDA / Valencia

Aunque el tiempo de este mes de octubre no está del todo acorde con la época otoñal, el certamen de obras pictóricas del Ateneo Mercantil de Valencia que lleva por nombre una alusión explícita a la estación de las hojas secas está captando ya a sus primeros virtuosos. El Salón de Otoño de Pintura, con su edición número 47, tiene abierto el plazo de inscripción hasta el día que se celebra Halloween, el 31 de octubre.

Un concurso que nada tiene que ver con los fantasmas y los monstruos de esa noche, pues el nivel es muy alto. Y más con un incentivo tan suculento: un montante que asciende a los 6.000 euros para el ganador, uno de los premios más elevados en un certamen de estas características en España. Además, los cuadros seleccionados por el jurado, que es de reconocido prestigio, serán expuestos en el mes de diciembre en el Ateneo y aparecerán en un catálogo.

Los artistas interesados en presentar sus creaciones deben tener en cuenta que las obras tienen que estar en horizontal y deben ostentar unas dimensiones que oscilen entre 1 y 2 metros por cada lado. Ni más grandes ni más pequeños. También han de tener en cuenta que el procedimiento técnico es libre, salvo para la acuarela, el pastel, el dibujo, la cerámica o el grabado, que no serán válidos. Eso sí, el postulante al premio tiene total libertad para elegir la temática, con una pequeña excepción: no sirve entregar retratos.

Con estas condiciones, los concursantes optan a realizar una exposición de carácter individual al año siguiente. Se trata pues de un impulso importante para la carrera de un artista y sólo será posible para el ganador del XLVII Salón de Otoño de Pintura, además de recibir la dotación económica. En efecto, ganar este certamen es de significativo valor, puesto que está dirigido, sobre todo, para aquellos que empiezan sus carreras artísticas, sólo para menores de 45 años.

La presidenta del Ateneo, Carmen de Rosa, asegura que las creaciones seleccionadas son «más atrevidas y rupturistas en comparación con su evolución artística posterior, ya que han obtenido el galardón en el inicio de sus carreras». De este modo, de Rosa destaca las obras de «importantes autores» como Michavila (ganador en 1956, con la obra Barcas), Salvador Soria (se llevó el galardón gracias a Vendedor de cocos en 1957) o Llorens Cifre (fue premiado con Monjas en 1959), que posteriormente han tenido una fructífera y exitosa carrera en el complicado mundo de las artes.

Y así es, estos tres pintores sirven como ejemplo de que se puede triunfar y no pasar desapercibido, del mismo modo que quién lleva un disfraz nunca visto, el que todas las mirada se dirigen, la noche de Halloween. El cuadro ganador del XLVII Salón de Otoño de Pintura será, justamente, la que despunte entre todas las obras, que son «de gran calidad», como sostiene la presidenta del Ateneo.