El pasado 1 de marzo tuvo lugar la última sesión de Filópolis III. Seminario permanente de filosofía política. En esta ocasión el ponente Adolfo Llopis nos presentó una lectura de Wittgenstein en clave política. Aunque Wittgenstein no aporta nada nuevo en el terreno político, sin embargo, apunta certeramente a la raíz de los problemas políticos. Estos deben ser analizados desde el lenguaje. Es la vieja cuestión de siempre: qué queremos decir cuando usamos palabras como “hegemonía” o “soberanía”, por ejemplo. Con Wittgenstein se hace patente la necesidad de establecer los términos del lenguaje político, o dicho de otro modo, la necesidad de clarificarlos. Otros filósofos, como Nietzsche u Ortega, asumirán la importancia de atender a los conceptos con la perspectiva filológica para establecer los marcos del lenguaje. La clave está en cambiar los términos del lenguaje político. Pero ¿cómo? El propio Ortega sostuvo que la filosofía tiene una exigencia de clarificación; en cambio la política más bien se agota en su pretensión por oscurecer su discurso. Es más, adopta ciertas palabras “mágicas” que resuenan en nuestra mente como imanes que nos atraen sin saber muy bien qué se quiere decir con eso.

Durante el debate, el profesor Antonio Lastra recordó el discurso que Pier Paolo Pasolini elaboró para Marco Panella, el dirigente del Partido Radical italiano, por su fuerte ascendencia wittgensteniana. En ese discurso Pasolini le decía a Panella que si quería cambiar la política debía cambiar su lenguaje. Los términos se cargan de significado en el uso y es en ese preciso instante cuando debemos clarificar, desocultar aquello que queremos decir y no ocultar. Escribe Wittgenstein en uno de los aforismos de Cultura y valor: “El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos”.

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